2019: Año electoral
Dijo Paul Valéry que la política «es el arte de hacer creer a la gente que decide algo», cuando en realidad no decide nada.
Este año viene siendo decisivo para la sociedad guatemalteca debido a las elecciones, hace poco que nos encontramos en el clima electoral. Varias organizaciones políticas ya eligieron a sus candidatos y ahora se dedican a las alianzas. Actualmente existen más de 20 partidos políticos y se sabe que muchos de ellos son meramente negocios vendidos al mejor postor, sin ninguna posibilidad real de llegar a la presidencia. Son inversiones que buscan su posterior retorno económico. No hay cultura de partidos políticos democráticos, con plataformas claras, ideología definida y cuadros formados. Ninguna fuerza perdura más allá de algunas elecciones.
Incluidos los partidos de izquierda —o autoproclamados como tales—, con la excepción del MLP,,(Movimiento para la Liberación de los Pueblos) no hay ninguna propuesta realmente de beneficio para las grandes mayorías, con formulaciones concretas que puedan aportar cambios. Es decir: tenemos siempre más de lo mismo. La izquierda electoral hace tiempo quedó entrampada en el juego político mafioso, y remar a contracorriente allí es absolutamente imposible. Por tanto, sus planteamientos caen en el vacío sin siquiera alcanzar para abrir debates, no digamos cambios sustantivos.
Las elecciones no son sino un rito cumplido cada cierto tiempo que no alcanza para cambios sustantivos. Las democracias representativas son formaciones políticas destinadas a cambiar de administración gubernamental después de cierto período, pero sin afectar la base del sistema. Los cambios estructurales no se consiguen en las urnas, sino a través de movimientos políticos revolucionarios, que transforman de cuajo el curso de los acontecimientos. Si un presidente electo según esos patrones intenta ir demasiado lejos con esos cambios, es desalojado violentamente.
¿Qué puede cambiar con las elecciones? Vistas desde el campo popular, la presidencia es lo que menos importa. Sabiendo que este mecanismo no cambia nada de fondo, puede ser importante para ganar alcaldías, con lo cual contribuiría a generar un posible poder local con base popular. O eventualmente a obtener un considerable número de bancadas en el Congreso para incidir legislativamente de algún modo. Pero los cambios profundos no van por ese lado.
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